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El Fracaso de Copenhague (14/02/2010)

Reflexiones de Hugo Morán, Secretario de Medio Ambiente del PSOE.

El pasado viernes 12 de Febrero, El Observatorio acudió a la charla-debate convocada por Acción en Red “El fracaso de la Cumbre de Copenhague sobre el Cambio Climático“, en la intervino Hugo Morán, Secretario Federal de Medio Ambiente del PSOE y diputado por Asturias. Aunque actualmente no es miembro del gobierno, fue una de las voces que desde la formación política se alzaron contra las condiciones – insólitas en un estado de derecho- en que fueron detenidos los activistas de Greenpeace que eludieron la seguridad de la cumbre para protestar directamente ante los máximos dirigentes allí presentes, y llegó incluso a viajar a Dinamarca para colaborar con su liberación. En la trayectoria de Morán vemos otras actividades cercanas a Greenpeace, tales como su participación en el manifiesto por el cierre de Garoña o en una reciente expedición al Ártico, que sugieren un grado de compromiso bastante mayor que el que observamos habitualmente en la clase política.

Durante la charla, dinamizada por Paco Castejón (Acción en Red, Ecologistas en Acción), Morán trazó un esquema según el cual el fracaso de la Cumbre se debía a tres tipos de motivos: geopolíticos, económicos y científicos. El primero de ellos, quizá el más importante, tendría que ver con el desmoronamiento del marco tradicional de las relaciones internacionales , basado desde el fin de la Guerra Fría en la hegemonía indiscutida de los países de la OCDE, y su sustitución por un nuevo sistema multipolar en el que las potencias emergentes como China, Rusia, India o Brasil ya no pueden ser simplemente ignoradas. Sin embargo, este proceso (que en principio podría ser considerado positivo) resulta sólo una reproducción del unilateralismo anterior en la medida en que, en lugar de avanzar hacia una democratización global se limita a fragmentar el sistema de esferas de influencia anterior, reproduciendo a nivel local los mismos mecanismos neocoloniales. Morán habló del “multilateralismo imperfecto”. Afirma que no hay nada de sorprendente en la actitud de Obama, que China está interesada en posponer las decisiones hasta depender menos de las transferencias tecnológicas del exterior y para ello busca una alianza coyuntural con otras potencias con las que no tiene demasiado en común por lo demás. Que ninguno de ambos países está dispuesto a reducir su crecimiento. Y admite lo grave que resulta para la UE el papel débil y subordinado que ha desempeñado, atribuible a la incapacidad de lograr una estrategia exterior coherente -y centrada en los intereses de una Europa entendida en conjunto- a causa de las continuas luchas intestinas por intereses nacionalistas.

En el aspecto económico, subrayó el peso fundamental de las corporaciones energéticas, tanto en la economía productiva como -directa o indirectamente- en el entramado financiero que la dirige. Y por supuesto, planteó una situación en la que los gobiernos fueron influidos de manera fundamental en sus decisiones por los intereses de éstas. En particular, de nuevo, por la voluntad expresa de retrasar las decisiones y ganar tiempo. En este caso, ganar tiempo para lograr un posicionamiento tecnológico y de imagen corporativa que les permita al mismo tiempo extender al máximo los beneficios de los modos de producción energéticos a extinguir (todavía hoy más rentables económicamente que sus alternativas) y desarrollar la infraestructura técnica y empresarial para dominar de nuevo aquellos que sean empleados en el futuro. Para obstaculizar la transición mientras su incapacidad de controlarla por completo pueda causar un cambio (al menos parcial) en el paradigma de generación energética que conlleve la descentralización, producción autónoma, recortes significativos en el consumo (por una implantación seria de sistemas de eficiencia), etc.

Por último, en el plano científico, Morán habló claramente de una “campaña de desacreditación” de la comunidad científica internacional, poniendo como ejemplo la reciente campaña mediática en torno al llamado “Climagate” con la que se trata de invalidar la ingente evidencia científica reunida por el IPCC demostrando el origen antropogénico del Cambio Climático (y sus consecuencias previsibles) a base de magnificar interesadamente un incidente que no deja de ser objetivamente anecdótico y científicamente irrelevante cuando se consideran las conclusiones generales a las que llega el Panel. Sin embargo, la presión ha llegado a ser tan fuerte que el propio presidente del IPCC, Rajendra Pachauri, está recibiendo presiones para dimitir. Aquí se habló de algo que desde el Observatorio Mediático ya hemos denunciado en ocasiones anteriores: la existencia de grupos económicos que financian fundaciones, think tanks, “centros de análisis” y otros interlocutores pseudocientíficos cuyas conclusiones e informes se vierten masivamente en los medios de comunicación para, aprovechando la generalizada falta de cultura científica del público, mezclar los datos objetivos con la opinión interesada y acabar hundiendo cualquier mensaje en un ruido incomprensible. El resultado es que la idea que llega a la mayor parte de la población es, en el mejor de los casos, que “la comunidad científica está dividida”, que “hay un debate”, que “unos y otros sólo defienden sus intereses”, etc.

En conclusión, la intención que flotaba sobre Copenhague era la de ganar tiempo. Posponer de nuevo cualquier decisión importante, no adoptar ningún acuerdo vinculante. En ese sentido, Morán apuntaba que la próxima cumbre de México (para la que quedan sólo unos pocos meses) no va a ser distinta en ningún sentido, porque ninguno de los factores mencionados va a cambiar previsiblemente. Por otra parte, señalaba que a pesar de todo, como ya sucedió antes en Rio y en Kioto, cada vez que se lleva a cabo una reunión de estas características salen decisiones que, pese a ser insuficientes, suponen pequeños pasos en el camino correcto. En particular, por mencionar algunos de los logros de esta ocasión, habló del concepto de “responsabilidad común pero diferenciada”, de la aceptación general del objetivo de no superar los 2ºC de calentamiento global o la definición de cifras concretas para los fondos de ayuda al desarrollo.

Desde el Observatorio estamos básicamente de acuerdo con este análisis. En particular nos parece muy relevante todo el análisis geopolítico del principio: una vez más se constata que el ecologismo, entendido en la magnitud amplia y sistémica que tiene hoy en día, va a ser uno de los elementos clave de la “Gran Política”. Aunque haya mucha gente que siga sin querer enterarse, la lucha contra el Cambio Climático juega un papel clave en temas como la soberanía energética, el liderazgo tecnológico, las relaciones internacionales y el balance de poder geopolítico, el control de la influencia de los poderes económicos en los gobiernos, los límites del liberalismo y la sociedad de consumo… En definitiva, en casi cualquier tema de los hoy son realmente importantes. Morán no era el hippie de sainete que pintan interesadamente los que dicen que el ecologismo es sólo una cuestión de sensibilidad, sino un político profesional que hacía un discurso extremadamente pragmático. Incluso demasiado para nuestro gusto. Preguntado por el camino a tomar como europeos, respondió que “los procesos de cambio se realizan a partir de revoluciones sociales”, que pese a todo, la ciudadanía europea sigue siendo el referente moral en muchas partes del mundo y que por eso el activismo, la movilización y la lucha contra las campañas de desinformación eran cruciales, tanto para transmitir un mensaje al resto del mundo como para lograr una Europa más unida en torno a este problema, y que pudiera comenzar a utilizar su influencia (principalmente a través de la ayuda al desarrollo) para contribuir al cambio global, o a organizar una verdadera política científica conjunta que la mantenga en su situación de líder tecnológica en energías alternativas.

Sin embargo, pese a todo, hay algunos matices que creemos que deben hacerse: la búsqueda del posibilismo en política es loable, ya que si él, por muy valiosa que sea la ideología, la praxis acaba resultando imposible. Sin embargo, en el caso del Cambio Climático, y en cierto modo por primera vez en la historia, ese posibilismo modesto de “la Cumbre ha sido decepcionante pero se han dado pequeños pasos adelante” sencillamente no es suficiente. Porque al Clima le da igual lo que hagamos y le dan igual también nuestra codicia y nuestra propia incapacidad para controlarla. Si dentro de 10 años no hemos alcanzado un máximo en las emisiones a nivel mundial y si dentro de 40 no hemos reducido casi un 70 % las emisiones de hoy, la temperatura media de la Tierra subirá más de 2 ºC. Las consecuencias de una subida así, que ya son conocidas con un grado de detalle muy elevado, serán absolutamente catastróficas. Y con las barras de error pertinentes (5 años, medio grado arriba o abajo) esto es una verdad científica. Así que, puesto que el sistema existente no se va a regular sólo (que es lo que viene a decir el análisis anterior), si esa “Revolución Social” de la que hablaba Morán no se produce, y no se empieza a producir pronto, la política de “ganar tiempo” sólo nos lleva de cabeza al desastre. Por otra parte (por poco posibilista que resulte), los cambios sociales necesarios no se limitan a una mayor contestación social, sino que deben incluir la recuperación del espacio político para los ciudadanos y sus organizaciones y la expulsión del mismo (al menos parcial) de los intereses económicos de las grandes empresas. Desgraciadamente, no vemos que esa sea ni mucho menos la tendencia, ni en Europa en general ni en España en particular.

Lo que nos lleva a una última reflexión: resulta entre triste y frustrante ver que en el entorno del PSOE hay gente con un discurso muy valioso, y con el potencial de producir cambios reales en el caso de llevarse a la práctica, y al mismo tiempo descubrir que están relegados a posiciones muy secundarias (otro ejemplo sería el de Enrique Jiménez Larrea, con el que también hablamos hace ahora un año) y que las políticas que lleva a cabo el gobierno están en general muy alejadas de ese discurso y son llevadas a cabo por gente de un perfil político y técnico mucho más bajo. A pesar de ello, ni en el discurso ni en las respuestas de Morán pudimos encontrar ninguna crítica al Gobierno o a sus decisiones, lo que le llevó a hacer en ocasiones a auténticas piruetas para justificar cosas como los recortes a la investigación, o la retirada de Narbona del Ministerio de Medio Ambiente (y su posterior fusión con el de Agricultura y Pesca). Independientemente de si esas críticas las evitó por miedo a ser tachado de “disidente” en su partido o por no estar realmente tan en contra de dichas decisiones, a nosotros eso no nos da una idea muy positiva sobre del nivel de debate interno en el PSOE (y por tanto en el gobierno), ni por supuesto muchas esperanzas acerca de la posibilidad de ver algún día puesta en práctica la visión que compartió con nosotros aquella noche.

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