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Informe del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático: breve guía de lectura

May 5th, 2014 | Posted by jlvelasco in eventos

José Luis Velasco, Ignacio González y Daniel Carralero, Observatorio Crítico de la Energía

Miembros del Observatorio Crítico de la Energía asistimos hace unos meses a las “Jornadas Ciencia y Sociedad ante el Cambio Climático, ¿nos entendemos?”. Estas jornadas se celebraron en el marco de la Semana de la Ciencia de Madrid aprovechando la publicación del 5º Informe del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC), organismo científico consultor  de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático. Este 5º informe trata sobre las bases físicas del cambio climático (y es distinto del publicado hace unas semanas, más enfocado en sus consecuencias). El énfasis de las jornadas no se puso, sin embargo, en el contenido y conclusiones de dicho informe, sino en cómo ha de ser la difusión del conocimiento científico existente sobre el cambio climático. Se habló de la necesidad de que “se oigan voces expertas, sin sesgos, con objetividad, sin lanzar mensajes alarmistas o confusos” pero a la vez “claras, concisas, sin un lenguaje demasiado técnico”; de la importancia de que “el debate científico fuera del laboratorio se establezca en torno a información lo más clara, exhaustiva y robusta posible; lo más alejada posible de creencias, intuiciones o intereses” de modo que contribuya “a educar la opinión no a crearla, inducir a reflexión y aportar datos certeros sobre los que comenzar a pensar” y “tomar las decisiones correctas”.

 Esta nos parece una reflexión enormemente necesaria (y coincide en lo fundamental con los principios sobre los que se organiza nuestra actividad) y desde el OCE hemos querido poner nuestro granito de arena con un análisis breve del resumen para responsables de políticas del 5º informe del IPCC. Aunque enunciaremos las conclusiones científicas del IPCC, nuestra intención no es realizar una disección exhaustiva de los contenidos del informe, tarea para la que probablemente haya mejores candidatos. Por el contrario, nuestro objetivo es que este breve texto sirva de “guía de lectura” al ciudadano que decida leer el informe del IPCC y conocer por si mismo de primera mano la evidencia científica acumulada en torno al cambio climático.

Un trabajo científico

Lo primero que llama la atención es la forma en que está escrito: primero, no tiene nada que ver con los titulares poco rigurosos que ocasionalmente se cuelan en los medios de comunicación y que flaco favor hacen al debate público. Por supuesto, mucho menos aún se parece a los ridículos  argumentarios de los escasos pero ruidosos negacionistas. El informe que tenemos delante está escrito en un tono estrictamente científico.

Ya en la primera página nos encontramos con unos párrafos en que se establecen una serie de normas básicas de la discusión. Recordemos que este informe trata de resumir el saber acumulado sobre cambio climático en años de investigación científica. Se manejan datos de muchos trabajos independientes, que a su vez aúnan diferentes medidas experimentales (directas e indirectas) con tratamientos estadísticos, modelos y teorías con distintos niveles de madurez, fiabilidad y precisión. Eso es precisamente lo que hace tan valioso este esfuerzo de confrontación de investigaciones, de identificación de coincidencias y divergencias en los resultados e interpretaciones y de búsqueda de problemas abiertos. Así, la mayoría de afirmaciones de este informe se acompañan con adjetivos cuyo significado ha sido previamente definido con precisión y que cuantifican el nivel de confianza, de probabilidad, de seguridad o consenso en la comunidad científica sobre ellas:

Por ejemplo, se dice que es virtualmente cierto que la superficie del océano se ha calentado desde 1971; que es extremadamente probable que la acción humana haya sido la causa dominante del calentamiento observado desde mediados del siglo XX; que se sabe que la acción humana ha contribuido probablemente al retroceso de los glaciares desde 1960; pero que, debido al bajo nivel de comprensión científica, hay poca confianza a la hora de atribuir a algún agente el origen de la pérdida de masa de la capa de hielo antártica de las dos últimas décadas.

En aquellos aspectos en que el nivel de confianza es bajo, se trabaja por aumentarlo. En aquellos con nivel medio, se buscan resultados adicionales que afiancen el conocimiento acumulado. Aquellos con nivel alto de seguridad, se mantienen vigilados por si nuevos resultados  contradicen, aunque sea parcialmente, el conocimiento establecido. A lo largo de este informe se hace continua referencia a los progresos a este respecto en relación a anteriores versiones del informe y, como veremos, en general se confirman las estimaciones y predicciones hechas en estas.

Este proceder es el habitual en ciencia, al fin y al cabo. Pero no hay que olvidar que este es un texto para legisladores, que (lamentablemente) no tienen por qué estar familiarizados con el método científico. Y esto nos lleva a otra de las características de este informe: no está redactado por tecnócratas que nos dicen cuál es la solución única que debemos implementar. Está redactado por técnicos que ponen por escrito el conocimiento adquirido sobre el problema y lo hacen disponible a quienes tienen que tomar después las decisiones. Estos son en primer lugar los políticos -en tanto que responsables directos de poner en práctica las medidas necesarias para atacar los problemas que se describen en el informe- pero también lo es el conjunto de la ciudadanía global, a disposición de la cual se pone este informe, tanto en su versión íntegra como resumida. De nuevo, destaca la transparencia de este informe (con resúmenes disponibles gratuitamente en las lenguas más habladas del planeta en el servidor de las Naciones Unidas, incluído el castellano) frente a los que elaboran los organismos tecnocráticos como el BCE o el FMI, y que a menudo son secretos.

Otro aspecto en el que es interesante detenerse es en la falta de consenso de la que se habla en alguno de los resultados presentados. Inocentemente, uno podría imaginarse una exquisita discusión entre científicos que civilizadamente aceptan las limitaciones de sus investigaciones y coinciden en que tienen que mejorar su comprensión de un tema. Pero eso no es necesariamente lo que ocurre. Es más habitual en ciencia que diferentes grupos de investigación sostengan firmemente posturas enfrentadas sobre la calidad de unos resultados y la interpretación que hacen de ellos. Este aspecto competitivo de la ciencia, que habitualmente implica dedicar trabajo a demostrar y anunciar (directa o indirectamente, con mayor o menor educación) que los resultados de otro grupo son incorrectos o al menos incompletos, complementa al aspecto colaborativo en la consecución de los objetivos. A la larga, será la confrontación con la realidad (por ejemplo, con mejores medidas experimentales) quien decida cuál de los grupos tiene razón. Esta característica del método científico, que también queda claramente reflejada en los estudios que describe el IPCC, muestra lo ridículas que son las acusaciones de corporativismo en las investigaciones climáticas: si algún grupo aportara datos erróneos o realizara análisis incorrectos por intereses ajenos a la investigación, sería a corto o medio plazo desmentido (y desprestigiado) por otros grupos que ganarían visibilidad y reconocimiento al demostrar dicho fraude.

Finalmente, el lenguaje científico utilizado en el texto (en oposición al lenguaje más impreciso usado por ejemplo en artículos de prensa, especialmente en los titulares) no debe hacernos perder de vista la gravedad del tema que trata. Que el informe hable fríamente de un aumento de unos grados en la temperatura media del planeta, o de un cambio en el pH del agua del océano puede resultar poco espectacular al lector, pero en realidad constituye una catástrofe si consideramos la escala planetaria de este cambio, por progresivo que sea. Máxime cuando sus consecuencias pueden, potencialmente, afectar gravemente a cientos de millones de personas. Pero no es la labor de un texto puramente científico usar este tipo de calificativos.

Esquema del informe

El informe, como decimos, revisa multitud de resultados experimentales y teóricos relacionados con el cambio climático. Estos resultados están presentados siguiendo una estructura lógica que facilita la comprensión conjunta del conocimiento obtenido.

Se empieza (sección B) por listar y cuantificar los cambios en el clima registrados en el pasado. En general se utilizan medidas directas realizadas en los dos últimos siglos, medidas remotas procedentes de satélites y también reconstrucciones del clima registrado durante otras etapas geológicas. Estas medidas incluyen temperatura atmosférica y oceánica (en regiones de diferente profundidad), nivel del mar, masa de hielo en los polos y en glaciares, concentración de dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero, etc. Este paso es necesario por varios motivos. Primero, para confirmar que determinados fenómenos que se asocian al cambio climático son en efecto existentes y sistemáticos (el calentamiento global del planeta es inequívoco, según el informe, pero hay otros detalles menos claros). Segundo, para caracterizar lo mejor posible estos fenómenos con vistas a estudiarlos y entenderlos.

Posteriormente (sección C) se identifican los impulsores del cambio climático. Se llama así a los elementos que se sabe que contribuyen a la acumulación de calor en el planeta. Algunos de ellos son debidos a actividades humanas, como los gases de efecto invernadero emitidos debido a la combustión de hidrocarburos, o el cambio del albedo de la Tierra debido a la urbanización y la deforestación, entre otros factores; otros son debidos a causas naturales, como la actividad solar y volcánica. Después de identificados, se cuantifica su contribución (positiva o negativa) al cambio climático (llamada forzamiento radiativo), a través de la energía que se estima que añaden al sistema planetario. Para calcular esto se recurre tanto a medidas experimentales directas como a modelos matemáticos.

Con la información recabada en las dos secciones anteriores, se usan modelos para entender la evolución climática del planeta (sección D). Estos modelos, de diferentes niveles de detalle y complejidad, tratan primero de describir los cambios observados en el pasado (de ahí la necesidad de perfeccionar en lo posible las medidas correspondientes a la evolución pasada). Para ello, deben ser capaces de calcular la respuesta del sistema climático a los diferentes impulsores, incluir correctamente fenómenos de realimentación y estimar la energía que se acumula en diferentes componentes del sistema (atmósfera, mar, etc). Una vez esto se consigue, los mismos cálculos sirven para cuantificar qué parte del cambio climático es efectivamente de origen antropogénico

Finalmente (sección E) se trata de predecir la futura evolución del clima con los modelos validados anteriormente. Estos modelos necesitan, para empezar a calcular, un escenario (llamado RCP, trayectorias de concentración representativas en sus siglas en inglés). Cada escenario es reflejo de una de las posibles políticas (energética, de calidad del aire…) que pueden seguir las naciones del planeta, así como de otros elementos como las tendencias económicas, tecnológicas o demográficas. Por ejemplo, de forma muy simplificada, un escenario posible es que no se adopte ninguna política a nivel mundial dedicada a reducir la emisión de gases de efecto invernadero, uno de los impulsores conocidos del cambio climático, y la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera crezca rápidamente. Una vez hecha esa hipótesis de partida (es decir, elegidos los impulsores y su cuantía futura), el modelo puede usarse para calcular la evolución futura del clima. A cada escenario posible le corresponde una predicción.

Diferentes escenarios

Discutimos aquí brevemente los diferentes escenarios, o trayectorias de concentración representativas, que contempla el IPCC porque, a pesar de su interés, no aparecen explicados en el resumen del informe. Estos escenarios contienen estimaciones de la evolución de las tasas de emisión y la concentración en la atmósfera de todos los gases de efecto invernadero, partículas y otras sustancias químicas así como cambios en el tipo de cobertura del suelo hasta el año 2100.

Los escenarios discutidos en el informe para las predicciones futuras son sólo cuatro de las múltiples combinaciones de factores que podrían generar un determinado grado de calentamiento. El forzamiento radiativo de cada escenario, en watios por metro cuadrado, es el que sirve para identificarlo. Por ejemplo, el escenario más optimista RCP2.6 es aquel para el que la concentración de gases de efecto invernadero provocaría un incremento del forzamiento radiativo de 2.6W/m2 en el año 2100. Este escenario es más optimista que los utilizados en anteriores versiones del informe. Aquellos (escenarios B1 del 4º informe del IPCC) describían una situación donde, a escala mundial, se aplican soluciones a nivel local encaminadas hacia la sostenibilidad económica, social y ambiental. El informe también realiza cálculos sobre el grado de calentamiento provocado por otros escenarios más pesimistas, como el RCP8.5. Este escenario es similar al A1FI del cuarto informe del IPCC, basado en un escenario de aumento poblacional hasta mediados del siglo XXI, un rápido crecimiento económico y una utilización intensiva de combustibles de origen fósil.

Un dato notable en el que merece la pena detenerse es que en todos los escenarios la concentración de dióxido de carbono atmosférico crece durante el siglo XXI;  lo que diferencia a unos de otros es el ritmo de crecimiento. Un motivo para ello, además de la falta compromiso mundial para la reducción de emisiones, es que el tiempo de permanencia del dióxido de carbono en la atmósfera es largo (5 – 200 años), por lo que la inercia de las emisiones pasadas se mantendrá mucho años en el futuro aún cuando las emisiones futuras se reduzcan. Esto también nos dice que la escala de tiempo  necesaria para estabilizar o revertir el cambio climático, aún en el más positivo de los escenarios, será de varios siglos.

Conclusiones del informe y reflexión final

Llegado este momento, animamos encarecidamente al lector a que descargue el informe del IPCC y lo lea. En él encontrará una gran variedad de resultados científicos presentados de forma clara y concisa (de modo que no vale la pena copiarlos literalmente aquí) y confiamos en que la estructura lógica que hemos desgranado en los anteriores párrafos le sea útil para interpretarlos.

Queremos acabar reproduciendo aquí la siguiente tabla, que resume muy esquemáticamente el conocimiento científico sobre cambio climático acumulado hasta la fecha:

 Puede verse que la tabla sigue el esquema presentado anteriormente: en la primera columna, se listan fenómenos asociados al cambio climático; en la segunda, se valora su ocurrencia pasada; en la tercera, se estima su posible causa humana; y en las columnas cuarta y quinta, se evalúa la probabilidad, basada en el conocimiento presente, de que estos fenómenos continúen o se acentúen en el futuro (a corto y largo plazo respectivamente) de acuerdo a los escenarios posibles. En azul y rojo pueden verse las afirmaciones hechas en anteriores informes: las más recientes van en negro, resaltadas en negrita cuando han variado con respecto a los informes pasados.

En resumen, existe alto grado de confianza en la existencia de calentamiento en el planeta (variaciones en la proporción de días calientes, templados y fríos, frecuencia y duración de olas de calor…) en las últimas décadas, en su origen humano y en su continuidad en el futuro. Existe sin embargo menor grado de confianza en los aspectos asociados al nivel de precipitaciones y al nivel del mar. En general, la confianza en todos los aspectos ha aumentado, como suele ocurrir en ciencia, debido a que se dispone de medidas más largas y detalladas y de modelos climáticos mejorados.

Aun teniendo en cuenta las incertidumbres, creemos que las certezas existentes son suficientemente preocupantes como para exigir una acción inmediata. Por otra parte, esto ya era así en realidad en el último informe del IPCC publicado en 2007, de modo que  al volver la vista atrás y evaluar lo que ha pasado en los últimos seis años, el panorama no puede ser más desolador: mientras que la certidumbre científica –y con ella la necesidad urgente de tomar medidas globales y contundentes para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero-  no ha parado de crecer (y no digamos ya si consideramos los avances respecto de los inicios de la ciencia del cambio climático), la atención política y mediática no ha parado de hacer lo contrario, como si este fuera uno de esos problemas que pueden arreglarse simplemente ignorándolos.


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